2ª semana de cuaresma
Lunes 14 de marzo
Lucas 6,36-38: “«Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».
De todas las palabras que Jesús pudo haber usado para describir a su Padre celestial, dijo que es “misericordioso”. Más que justo, poderoso o sabio, Jesús dejó en claro que el Padre es clemente y compasivo, y nos invita a tener la misma actitud hacia los demás.
Los discípulos sabían que Dios había actuado con misericordia con su pueblo, pero Cristo no quería que se limitaran solo a esa idea, tal como no quiere que nos limitemos nosotros, sino que desea que experimentemos personalmente el amor compasivo del Padre, y más aún, que aprendamos a compartir la misericordia con otras personas; y que en lugar de fijarnos en las faltas de los demás, los disculpemos y actuemos con bondad y paciencia, porque en lugar de guardar rencores, el Señor nos anima a perdonar.
Jesús sabía que tenía que demostrar en la práctica la misericordia de Dios, por eso les dice a los discípulos: “No juzguen y no serán juzgados”, y luego les demuestra cómo hacerlo yendo a cenar a casa de Leví, un despreciado cobrador de impuestos y considerado gran pecador.
“No condenen y no serán condenados” les enseña, y luego le dice a una mujer sorprendida en adulterio: “Tampoco yo te condeno”. Finalmente, dio su lección más importante sobre el perdón y la misericordia cuando estaba clavado en la cruz, agonizando, y humildemente le pidió al Padre diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
“Padre celestial, muéstrame hoy tu misericordia para que nosotros aprendamos a ser compasivo.”
Martes 15 de marzo
Mateo 23,1-12: “Jesús dijo a los discípulos: los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen”.
Los escribas y fariseos ocupaban el lugar de Moisés y enseñaban alegando ser sucesores del patriarca. Sin embargo, aun cuando gran parte de su enseñanza sobre la obediencia a la ley de Dios y acerca del Antiguo Testamento era correcta, su vida práctica no reflejaba tales verdades. Jesús les criticaba su deseo de que la gente los admirara y les llamara “maestros”.
Jesús condena la hipocresía de esa ostentación religiosa y la contrasta con el ideal cristiano de la autoridad ejercida mediante el servicio humilde. En Jesús se rompe el molde de los maestros que “no practican lo que predican” porque él mismo vivió perfectamente todo lo que enseñó.
Nuestro riesgo de vivir una religiosidad superficial y puramente formal es grande. Empecemos por reconocerlo. Este riesgo está en el corazón de cada uno de nosotros. Y ahí se dirige la llamada cuaresmal a la conversión: un corazón nuevo, puro, íntegro, transformado por el Espíritu Santo.
Pidamos al Señor la gracia de ser auténticos en nuestras expresiones de fe, que siempre podamos abrir el corazón al único Maestro que es nuestro Dios, para que Él nos transforme en verdaderos y auténticos discípulos y misioneros del Reino de los cielos.
Miércoles 16 de marzo
Mateo 20,17-28: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida.
Los discípulos no terminan de entender a Jesús. Ni Santiago, ni Juan, ni los otros diez. Ellos eran sus leales seguidores. Tal vez habrían hecho cualquier cosa que él les pidiera. Pero el pedirle que en el cielo ellos se sentaran cada uno a su lado, es prueba de que sus valores estaban demasiado influenciados por el aquí y el ahora, donde los afanes de dinero, placer y prestigio sustituyen la búsqueda de Dios. Y lo que pedían los hermanos era precisamente lugares de honor y poder. Pero Jesús, a unos y otros sólo les ofrece compartir su cáliz, es decir, tomar parte en la entrega de su vida en el servicio generoso los demás. Seguir a Jesús hasta el lugar de los que sirven. La penitencia cuaresmal busca precisamente esto: que nuestro corazón se haya transformado, viendo el ejemplo de humildad y de mansedumbre de Cristo, el servidor.
Cada año durante la Cuaresma, la Iglesia, nos ofrece la oportunidad de aprender esta lección, la oportunidad de reenfocar la mirada en Cristo y reafirmar la voluntad de vivir no ya para nosotros mismos, sino para el Señor. Y esta lección nos ayuda a entrar en esta temporada con un corazón bien dispuesto, un espíritu de docilidad, de humildad y el deseo de servir al Señor y al prójimo.
“Gracias, Señor, porque en la cruz nos diste la muestra de amor más sublime de todas. Concédenos tu gracia, para tener un corazón dispuesto a hacer tu voluntad.”
Jueves 17 de marzo
Lucas 16,19-31: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto.” Él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. (Lucas 16, 25)
El rico y Lázaro vivían en mundos opuestos, aunque estaban lado a lado. El rico jamás entró en el mundo del mendigo y ni siquiera veía que Lázaro fuera un ser humano, mucho menos su prójimo. Era absolutamente indiferente al sufrimiento del pobre. El rico no le hacía daño al pobre ni lo explotaba; pero de todos modos, terminó en el tormento del fuego. Fue condenado, no porque fuera rico, sino porque no compartió con el pobre. Solamente vivió para sí mismo.
No se trata sólo de no hacer el mal, sino también de no hacer el bien; es el pecado de omisión, y, peor aún, de indiferencia. El Señor, que entró plenamente en nuestro mundo, nos invita a entrar en el mundo de aquellos que sufren dolor o necesidad, y es de esperar que así, teniendo la experiencia de cómo es la vida de los pobres, nos sintamos movidos a hacer lo que podamos para socorrerlos. No olvidemos, y son palabras de Jesús, que la medida con que demos a los necesitados será la medida con que recibiremos.
“Señor, Padre de los pobres, te ruego que nos abras los ojos para que veamos la necesidad de los ‘Lázaros’ que tenemos cerca y nos decidamos a hacer algo concreto para ayudarlos.”
Viernes 18 de marzo
Mateo 21,33-46: “Los jefes de los sacerdotes y los fariseos. al oír las parábolas que contaba Jesús, comprendieron que se refería a ellos. Quisieron entonces apresarle, pero no se atrevían porque la gente tenía a Jesús por profeta”.
El nivel de controversia de sacerdotes y fariseos con Jesús, en el Evangelio, va creciendo, a medida que su mensaje toca elementos tan intocables como la ley y el templo. Y la Pasión del Señor comienza a aparecer en el horizonte, La parábola que hoy nos propone la liturgia, nos pone delante del rechazo que Jesús ha sufrido, de parte de aquellos que estaban llamados a reconocerlo como Mesías. La parábola, sin embargo, no sólo nos habla del rechazo. También nos dice que el Padre está dispuesto a ir hasta el final, enviando a su propio Hijo para rescatar su viña elegida. En la escritura, la viña es siempre símbolo del Pueblo elegido, al que Dios ama apasionadamente. Jesús, con esta parábola, vuelve a hablarnos del amor de Dios que siempre, hasta el final, nos busca para salvarnos. Si la posibilidad del rechazo nos atemoriza, la insistencia de Jesús en la misericordia del Padre, nos anime a una sincera conversión.
Sábado 19 de marzo San José, esposo de la Bienaventurada Virgen María (S)
Mateo 1,16.18-21,24a
Celebramos hoy a San José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús y Patrono de la Iglesia Universal.
Nos acercamos hoy a la figura de San José que, sin duda, nos ayudará a meditar el significado del misterio salvífico del plan de Dios.
Su paternidad se manifestó concretamente al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación, y a la misión redentora que le está unida; al haber utilizado la autoridad legal, que le correspondía en la Sagrada Familia, para hacer de ella un don total de sí mismo, de su vida, de su trabajo; al haber convertido su vocación humana de amor doméstico, en la oblación sobrehumana de sí mismo, de su corazón y de toda capacidad en el amor puesto al servicio del Mesías nacido en su casa».
Glorioso San José, intercede por nosotros y que aprendamos de tu ejemplo a discernir y cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida.
Domingo 20 de marzo (3º de Cuaresma)
Lucas 13,1-9: “…si no se convierten todos perecerán de la misma manera”
En la primera parte del texto Jesús nos recuerda que no es Dios quien manda el mal al mundo y aprovecha la oportunidad para hacer una catequesis sobre la necesidad de la Conversión: si no se convierten todos perecerán de la misma manera.
Y para acentuar la urgencia de la Conversión, relata la parábola de la Higuera en la que pone el acento en la inmensa misericordia de Dios que nos da siempre una segunda oportunidad y que una y otra vez, sigue tendiendo su mano liberadora y sanadora hacia nosotros. El dueño llevaba ya tres años gastando tiempo y dinero en una viña que no daba fruto. Impaciente quiere cortarla, arrancarla y ocupar el terreno en otra cosa. Pero el viñador quiere seguir probando. Piensa que todavía es posible que dé fruto. Es cuestión de paciencia y trabajo. La misma paciencia que Dios sigue teniendo con nosotros hasta que seamos capaces de producir los frutos que él espera de nosotros.
Señor, que en la Iglesia seamos capaces de leer los signos de los tempos y convertirnos de corazón a tu Palabra. Dios de la vida, que en medio de las realidades cotidianas sepamos orientarnos a tu Evangelio disfrutando de tu paciencia y asumiendo con responsabilidad la urgencia de nuestra conversión