LITURGIA SEMANAL - 18º SEMANA DURANTE EL AÑO

18º SEMANA DURANTE EL AÑO


Lunes 2 de agosto

Mateo 14,13-21 enterarse de la muerte de Juan el Bautista, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, sanó a los enfermos….”

La compasión está muy presente en la vida de Jesús, es el motor de su acción. El contemplar las necesidades de la muchedumbre hace surgir en Él gestos de aproximación a quienes sufren para aliviar su sufrimiento.
 Hoy es el hambre el que ocasiona ese diálogo entre Jesús y sus discípulos. Así, El Señor, asume esa necesidad urgente y responde a ella con el milagro. El episodio del Evangelio de hoy, nuevamente  nos invita a reflexionar sobre lo que de verdad necesitan los que nos   rodean, nuestros hermanos y hermanas.
Con sencillez preguntémonos hoy: ¿Nos esforzamos por realizar gestos de solidaridad hacia los que están cerca de nosotros, compartiendo el camino de la vida? Ante los problemas concretos de nuestros amigos o parientes, ¿sabemos ofrecer nuestra ayuda y disponibilidad a colaborar para encontrar vías de solución?

Martes 3 de agosto

Mateo 14,22-36: Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos a que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla…. Después subió a la montaña para orar a solas. …La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar.

San Mateo hoy  describe el milagro de Jesús caminando sobre el agua. Terminada la comida Jesús manda a sus discípulos que crucen el mar a la otra orilla mientras Él se despide de la multitud. Entonces el Señor se retira a solas para orar; Jesús se daba constantemente momentos de oración en solitario y también lo recomendó a sus discípulos.
El evangelio describe la travesía difícil y cansada del mar de Galilea, que hacen los discípulos, en un barco frágil, empujado por el viento contrario.  
El texto nos muestra a Jesús caminando sobre las aguas turbulentas, Pedro quiere imitar a Jesús y por un momento lo consigue, pero el viento lo hace dudar, y comienza a hundirse.. Pedro siente su debilidad; es frágil. Por eso reconoce que, para no sucumbir al mal, deberá tomarse de la mano del Señor. Solo así no caerá… Hoy más que nunca debemos recordar que debemos confiar y pedir la ayuda del Maestro.
A la luz de la Palabra de Dios, nos podemos preguntar ¿Qué estamos haciendo para superar los vientos contrarios? ¿Cómo está nuestra fe?

Miércoles 4 de agosto   San Juan María Vianney    (MO)

Mateo 15,21-28: Jesús le dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!” Y en ese momento su hija quedó sana.

Una región apartada; una mujer de otro pueblo, no judía. Esta mujer, desde su condición de “lejana”, expresó el clamor de muchos otros que, sin ser “del grupo esperable”, irrumpió y rompió los límites. Al principio, Jesús –tal vez consciente de que su misión principal es liberar al pueblo de Israel y dar cumplimiento a las profecías- o tal vez queriendo dejar una enseñanza más profunda, en un primer momento no presta oídos a los reclamos de la mujer, ella es una extranjera. La mujer insiste ante la indiferencia de Jesús. Pasa por alto la negativa y sigue rogándole: “dame la sobra de lo que cae de la mesa de los señores”. Los dos, Jesús y la mujer, se encontraron en los márgenes y a la humilde insistencia de su fe, Jesús responde con un gesto de salvación. Jesús queda impactado y alaba a la mujer por su fe. Con esto Jesús revela que la salvación es para todos y nos dirige una invitación a tener una actitud de “apertura” hacia todos, creyentes o no creyentes, es decir, con una disponibilidad y acogida sin reserva hacia cualquier ser humano. No es un privilegio de algunos, todos los que nos acercamos a Él y lo reconocemos, de algún modo somos salvados.
A la luz de la Palabra de Dios, que nos invita a romper nuestra cerrazón y nuestros pequeños esquemas. ¿Somos capaces de acoger a todos los hermanos que se acercan a nosotros?

Jueves 5 de agosto      Nuestra Señora de las Nieves     Primer jueves
Mateo 16,13-23: “Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. “Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?” Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Hoy en el evangelio, Jesús hace preguntas para saber qué piensa la gente respecto a su persona. Las respuestas son variadas. Juan Bautista, Elías, Jeremías, algún profeta. Cuando Jesús pregunta la opinión de los discípulos, Pedro se vuelve portavoz y dice: “¡Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo!”. E inmediatamente queda expuesta la ocasión para saber en qué clase de Mesías está pensando Pedro. El relato continúa y deja ver cómo en su expectativa, no entra un mesías que sea rechazado y tenga que sufrir. Para nosotros, dado que ya sabemos cómo fue la historia, aceptamos que Jesucristo haya sido el Mesías sufriente profetizado por Isaías y haya entregado su vida en la cruz. Sin embargo, lo que más nos cuesta aceptar es que nosotros tengamos que continuar haciendo presente su obra a través del mismo camino de entrega, renuncia y sacrificio, especialmente, porque estamos viviendo en una sociedad que busca el éxito rápido, aprender sin esfuerzo y de modo divertido, y conseguir el máximo provecho con el mínimo de trabajo…, por eso, es fácil que acabemos viendo las cosas más desde la perspectiva de Pedro, que desde la perspectiva de Jesús.
¿Cuáles son en nuestra comunidad las opiniones que hay sobre Jesús? Estas diferencias en la manera de vivir y expresar la fe enriquecen la comunidad o la perjudican en su caminada?

Viernes 6 de agosto    La Transfiguración del Señor  (F)  Primer viernes

Marcos 9,2-10: “Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas…”

Hoy celebramos la Transfiguración del Señor y el evangelista Marcos coloca el texto de la transfiguración entre el anuncio de la pasión en la confesión de fe de Pedro y en la subida a Jerusalén. Situar la escena al inicio del camino de la pasión nos ayuda a comprender mejor el mensaje de Jesús sobre el suceso de la montaña: a la Gloria se llega por la cruz. En esta fuerte experiencia espiritual, donde Jesús se transfigura, y la luz inunda su rostro y sus vestidos, los discípulos no solo “vieron” a Jesús resplandeciente, sino que también “escucharon” la voz del Padre. Ver, en este caso, implica redescubrir… ampliar la mirada… y escuchar no se reduce a percibir los sonidos pronunciados, sino que implica obedecer, llevar a cabo lo escuchado. De algún modo se nos presenta, se nos ofrece un itinerario de crecimiento y profundización de la vida en Cristo, se trata de una dinámica humanizadora y salvadora a la vez. Los apóstoles vieron y escucharon: dos sentidos entran a jugar en esta experiencia, que les atraviesa el cuerpo y les llega a lo profundo del alma para transformar sus vidas para siempre.
A la luz de la Palabra de Dios, ¿Cómo transfigurar hoy, la vida personal y familiar, y la vida comunitaria?

Sábado 7 de agosto     Cayetano   Primer Sábado   
Mateo 17,14-20: “Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: ‘Trasládate de aquí a allá’, y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes»”.

Los discípulos habían recibido el poder de arrojar demonios, como también el de curar a los enfermos. Podían sentirse perfectamente habilitados para la tarea, de hecho, fueron enviados en misión con ese poder y ese objetivo. Pero en esta ocasión fracasan. ¿Por qué? Conforme a la intervención de Jesús, por el estado de su fe: pequeña o tal vez raquítica. De este modo el evangelio nos invita a seguir las instrucciones de Jesús, es decir, mantenernos en la fe y proteger siempre su llama, que nada ni nadie la apague; nuestra fe debe ser firme, necesitamos ser más activos frente a la evangelización, creer más en las palabras del Señor. Hoy más que nunca estamos llamados a permanecer en el Señor para estar preparados para enfrentar el mundo en el que vivimos. Es imprescindible que el granito de mostaza de nuestra fe sea autentico para que se pueda hacer realidad el sueño de Dios en nuestra vida y en la vida de quienes nos rodean. De este modo, sólo si no nos cansamos de devolver bien por mal, de orar y esperar en el poder y bondad de Dios, nuestro Padre, los milagros llegarán.
En nuestro camino de discípulos, ¿en qué momentos flaquea nuestra fe? ¿Ponemos la confianza en Dios para compartir el evangelio con quien está a nuestro lado?

Domingo 8 de agosto      (19 durante el año)

Juan 6,41-51: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él”.

En el evangelio de hoy estamos llegando casi al final del Discurso del Pan de Vida. Aquí empieza la parte más polémica. Los judíos se encierran en sí mismos y empiezan a cuestionar las afirmaciones de Jesús. El Discurso del pan de vida, incluye la página de este evangelio más conocida como Discurso Eucarístico. Más allá de la fórmula de nuestra liturgia en la plegaria eucarística, no olvidemos que en la mentalidad semita el comer y el beber (pan-cuerpo, vino-sangre), significa sobre todo que hagamos lo que Él hizo por nosotros, que asumamos en su presencia y palabra la expresión plena de Dios y, principalmente, que nos apropiemos del amor expresado con tanta elocuencia en su vida, con el prodigioso remate de su entrega hasta la muerte.    “Comer su carne” significa aceptar, asumir, formar parte de todas estas cosas que acabamos de apuntar. Significa también que nos vamos transformando en Cristo, en Cuerpo y Carne suya. Significa que aceptamos ser también nosotros pan que se entrega para que otros se alimenten. Haced «esto» en memoria mía. Significa que aceptamos la entrega y el sacrificio, por amor,  como estilo de vida. Significa que estamos ‘en proceso’ de Resurrección por estar unidos a él.
¿Cómo vivimos la eucaristía en nuestra vida? Aunque no podamos ir a misa todos los días o los domingos, nuestra vida debe ser eucaristía. ¿Cómo alcanzar este objetivo?