Un joven le
preguntó una vez al teólogo Karl Rahner: "¿Se puede jugar al fútbol en el
cielo?". Un cielo donde hubiera que renunciar a jugar al fútbol no
resultaba muy atractivo. Rahner le dio
la siguiente respuesta: "Si tú
quieres, naturalmente".
En el fondo de
la pregunta del muchacho hay un estado de ánimo que está bastante extendido. Relacionamos más bien la eternidad y el más
allá con el sentimiento de pérdida de vida, más que con la esperanza de
ganancia de vida.
Las palabras: "son como ángeles", y la
relativización de la comunidad matrimonial a la existencia terrena, pueden despertar emociones semejantes de
pérdida y no de ganancia. Algo de esto
puede flotar difusamente al escuchar el Evangelio de hoy.
ORACION INICIAL
Señor,
en aquel tiempo los saduceos se acercaron a Ti
para preguntarte sobre la resurrección.
Hoy también me acerco yo a Ti
para pedirte que renueves mi fe,
mi esperanza y mi amor
en la vida eterna que me prometes. Amén
TEXTO
BÍBLICO Lc. 20, 27-38
“Se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección,
y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su
hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé
descendencia a su hermano». Pues bien,
había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos El segundo y el
tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos.
Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de
ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer». Jesús les dijo: «En este mundo los hombres
se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar
parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán
ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues
ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son
hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo
Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: «Dios de Abrahán,
Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos: porque
para él todos están vivos».
LECTURA: ¿qué
dice el texto evangélico?
El caso de los
saduceos.
A quien no conozca un poco la regulación jurídica del Antiguo Testamento le
parecerá este episodio de los siete hermanos una historia rocambolesca. En efecto,
los saduceos la construyen para llevar a Jesús a un terreno resbaladizo. Pero
no es totalmente imposible. En el trasfondo está la costumbre del levirato,
nacida del deseo de sobrevivir en los hijos, y practicada por las civilizaciones
hititas, asirías y judías.
El padre de la
novia pagaba una dote a la familia del novio, como compensación por hacerse
cargo de su hija, durante toda la vida.
Si moría el
varón responsable del mantenimiento, sin tener un hijo que pudiese hacerse
cargo de estas obligaciones, le correspondía al cuñado, por tanto a un hermano
del difunto, asegurar las obligaciones del sustento y tomar a la viuda como
mujer.
Lo intrincado
de la historia está en que la obligación del matrimonio del levirato corresponde
seis veces, una tras otra, con la misma mujer.
El caso es
ingenioso. Cada uno de los varones ha cumplido con sus obligaciones y tiene un
derecho a esa mujer. ¿Qué derecho va a prevalecer en el cielo? Los saduceos
saben que esta historia es grotesca, pero quieren probar lo absurda que es la
fe en la resurrección.
Los saduceos
no son gente sin fe. Pertenecen, como los fariseos, a los círculos piadosos de
Israel. Las familias de la nobleza sacerdotal formaban parte de este grupo.
Toman en serio sus deberes con la fe transmitida y acuden fielmente al templo.
Sólo que no creen en la resurrección por ser conservadores y rechazar toda
evolución del judaismo.
MEDITACIÓN: ¿qué me dice el texto Evangélico?
UN PROBLEMA ACTUAL.
La cuestión de
si hay una resurrección de los muertos es una cuestión de cuya respuesta depende
todo el sentido de nuestra vida.
La fe en la
vida eterna pertenece al núcleo de la existencia humana.
Mientras uno
es joven, piensa en la próxima meta, en el próximo año: los exámenes, las vacaciones,
el aumento de sueldo.
Luego vienen
los años en que se está aturdido por la sociedad de consumo.
Pero cuando el
hombre supera la mitad de la vida, busca una última esperanza:
ü ¿qué va a ser de mí después de la muerte?
JESÚS DA UNA RESPUESTA.
Es curioso
cómo Jesús responde a los saduceos. La vida después de la muerte es de otra
manera. No se puede comparar, en modo alguno, con la vida antes de la muerte.
Los saduceos se imaginan la vida de los resucitados en el cielo como una
posible prolongación de la vida en este mundo. Cristo subraya que la vida
después de la muerte es una nueva creación. Allí no habrá ni muerte, ni
nacimiento y, por tanto, tampoco casamiento. Esto no significa, en modo alguno,
una descalificación del matrimonio.
"No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para El todos están
vivos."
Hay algo
exultante en esa frase con la que Jesús concluye su razonamiento y no deja
ninguna duda sobre la resurrección de los muertos. Si Abrahán, Isaac y Jacob
estuviesen muertos definitivamente, no tendría sentido esa fórmula del mismo
Moisés: "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob".
Jesús afirma
claramente la resurrección, separándose de concepciones simplistas que harían de
la otra vida una simple prolongación de la vida terrena. "Son hijos de Dios, porque participan en la resurrección."
Estamos muy
lejos del problema ridículo de los saduceos. Nos encontramos muy cerca de los
temas preferidos de san Pablo:
"Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no
son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros;
porque la expectación ansiosa de la creación está esperando la manifestación de
los hijos de Dios" (Rom 8,19-21).
La otra vida
es inimaginable, totalmente distinta de la de acá abajo. Como todo lo que se
refiere a Dios sobrepasa nuestra inteligencia.
ü Estamos
ante la posibilidad de creer o no creer.
¿Pido a Dios que abra los ojos de mi corazón para
que comprenda la esperanza a la que hemos sido llamados?
¿Creo que Dios es quien nos ha dado la vida?
¿Tengo la esperanza y certeza de que nuestra vida no
acaba en callejón sin salida, sino en fiesta que ni el ojo vio, ni el oído oyó?
(De
‘Equipo Eucaristía’ Anunciar la buena noticia).
ORACIÓN ¿qué
le digo al Señor como respuesta a su Palabra?
Ayúdanos Señor
a valorar y descubrir todo lo que Tú nos tienes preparado en el cielo.
Aumenta
nuestra fe y nuestra esperanza.
Y cuando las
dificultades amenazan desanimarnos, ayúdanos a recordar lo que dijo S. Pablo:
“Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente, no son
nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros;…”
CONTEMPLACIÓN ¿cómo puedo
llevar a la práctica lo que sugiere el Evangelio de hoy?
Las primeras
generaciones cristianas mantuvieron una actitud humilde y honesta ante el misterio
de la «vida eterna». Pablo les dice a los creyentes de Corinto que se trata de
algo que «el ojo nunca vio ni el oído oyó
ni hombre alguno ha imaginado, algo que Dios ha preparado a los que lo aman».
En estos
tiempos faltos de esperanza, los creyentes tenemos que ratificarnos en que ese
Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado y por el que muchos
siguen preguntando, es el fundamento último en el que podemos apoyar nuestra
confianza radical en la vida.
¿La fe se nos está quedando ahí, arrinconada en algún lugar de nuestro interior, como algo poco importante, que no
merece la pena cuidar ya en estos tiempos?
Ciertamente no
es fácil creer, y es difícil no creer. Mientras tanto, el misterio último de la
vida nos está pidiendo una respuesta lúcida y responsable.
ACCION
La vida eterna es fruto de nuestras elecciones y
opciones, de cómo vamos viviendo en esta vida,
¿de qué manera puedes prepararte para que cuando el
Señor te llame te encuentre bien dispuesto y con las manos llenas de buenas
obras?
Concreta cómo puedes corresponder al amor que
Dios te tiene.