24º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C
Ante la pregunta sobre la misericordia, Jesús narra una parábola, que simbólicamente representa a los dos tipos de personas que estarán en torno a su vida: los publicanos y peca-dores por un lado, y los fariseos y letrados por otro.
Publicanos y pecadores (el hijo menor): Este hijo decidirá marcharse y regresar, haciendo para ambos momentos un discurso ante su padre. Sorprende la actitud del padre descrita con intensidad por una lista de verbos que desarman los discursos de su hijo, y que indican la tensión de su corazón entrañable: “cuando estaba lejos, su padre lo vio; y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo”. Es el proceso-relato de la misericordia. Y el error de aquel hijo menor, será transformado por el padre, en gozo y encuentro, en alegría inesperada e in-merecida.
Fariseos y letrados (el hijo mayor). Triste es la actitud de este otro hijo, aparentemente cum-plidor, sin escándalos… pero resentido y vacío. No pecó como su hermano, pero no fue por amor al padre, sino a sí mismo, a su imagen, a su fama. El se había quedado con su padre, pero había puesto un precio a su gesto, que le impedía quedarse como hijo. Teniéndolo todo, se quejaba de la falta de un cabrito. Quien vive calculando, no puede entender, ni siquiera ver, lo que se le ofrece gratuitamente, en una cantidad y calidad infinitamente mayor de cuanto se puede esperar.
Quizás cada uno de nosotros seamos una variante de esta parábola, y tengamos parte de la actitud del hijo menor y parte de la del mayor. Lo importante es que en la andanza de nuestra vida podamos tener un encuentro con la misericordia. Hay muchas maneras de vivir lejos del Padre Dios, y muchos modos de despreciar su amor estando junto a Él, porque podemos ser un hijo perdido o un hijo huérfano. La trama de esta parábola es la de nuestra posibilidad de ser perdonados. El sacramento de la Penitencia es siempre el abrazo de este Padre que viéndonos en todas nuestras lejanías, se nos acerca, nos abraza, nos besa y nos invita a su fiesta. Esta es la revolución de Dios, que de modo desproporcionado y gratuito, con su propia medida, no quiere resignarse a que se pierda uno solo de sus queridos hijos.
ORACIÓN
Aquí estoy, ante ti, Cristo Jesús,
vengo pobre y con sed,
vengo con mi miseria para postrarme
ante tu infinita Misericordia
como pecador arrepentido,
como pecador necesitado de conversión.
Aquí estoy.
TEXTO BÍBLICO Lc.15, 1-32
Jesús les dijo esta parábola: : «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.”El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba comer. Recapacitando entonces, se dijo:”Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.” Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebramos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; e taba perdido, y lo hemos encontrado.” Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.” Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre:”Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tu bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.” El padre le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.”»
LECTURA ¿Qué dice la Palabra que leímos?
Las parábolas que nos presenta el evangelio de este domingo, no son independientes unas de las otras, sino que presentan todas ellas un mismo mensaje: la gran alegría que Dios siente cuando uno de sus hijos que se siente pecador, se arrepiente y decide emprender el camino de regreso a casa.
La fuerza de la parábola no está tanto en la oveja ni en la moneda, sino en la alegría inmensa que experimenta tanto el pastor como la mujer. Ambos son imágenes de Dios, es la misma alegría que siente Él cuando un pecador se convierte.
La última parábola también describe esta misma alegría de Dios y lo hace con muchos y her-mosos detalles. Pero además describe perfectamente el camino de aquél que se siente peca-dor.
El hijo menor se dio cuenta que había obrado mal y decidió emprender el camino de regreso a casa para pedir perdón a su padre. El abrazo que el padre dio a este hijo, es la mejor imagen de la alegría que Dios siente ante sus hijos que se reconocen pecadores.
En este evangelio hoy todos somos convocados a regresar a casa para sentir el abrazo de Dios padre.
Somos invitados a mirar, examinar nuestra vida a la luz de Dios. Arrepentirnos de lo malo que hayamos hecho y emprender el camino de vuelta. Nos espera una fiesta y experimentar que, con nuestro arrepentimiento, hemos hecho feliz a Dios. ¿Qué esperas?
MEDITACIÓN ¿Qué nos dice la Palabra hoy?
La solicitud con la que el pastor persigue a las ovejas alejadas es el signo del amor de Dios para los que se sienten “perdidos”. La experiencia del pecado, que es este “perderse”, se con-vierte en la ocasión para un encuentro más duradero y auténtico con este Dios que nos persi-gue con su amor.
Nuestra condición de hijos de Dios es fruto del amor del corazón del Padre; no depende de nuestros méritos o de nuestras acciones, y por ello nadie puede quitárnosla. En cualquier si-tuación de la vida, no debo olvidar que no dejaré jamás de ser hijo de Dios, hijo de un Padre que me ama y espera mi regreso. Incluso en las situaciones más feas de la vida, Dios quiere abrazarme, Dios me espera.
En la parábola existe otro hijo, el mayor; también él tiene necesidad de descubrir la misericor-dia del padre. El sufrimiento del padre es como el sufrimiento de Dios, el sufrimiento de Jesús cuando nosotros nos alejamos o porque vamos lejos o porque estamos cerca pero sin ser cer-canos.
El hijo mayor nos representa a nosotros cuando nos preguntamos si vale la pena trabajar tanto si luego no recibimos nada a cambio. Jesús nos recuerda que en la casa del Padre no se per-manece para recibir una recompensa, sino porque se tiene la dignidad de hijos. .
Este Evangelio nos enseña que todos tenemos necesidad de entrar a la casa del Padre y par-ticipar de su alegría, en la fiesta de la misericordia y de la fraternidad. (Papa Francisco).
ORACIÓN ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar su Palabra?
Me levantaré y volveré a mi Padre.
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas.
Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.
Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos.
No me arrojes, Señor, lejos de Ti, ni retires de mí tu Santo Espíritu.
Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza.
Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, Tú nunca lo desprecias.
Me levantaré y volveré a mi padre.
CONTEMPLACIÓN
De ordinario olvidamos que Jesús creó una situación sorprendente en la sociedad de su tiem-po. Los pecadores no huyen de Él, se sienten atraídos por su persona y su mensaje. “Los pe-cadores y publicanos solían acercarse a Jesús para escucharle”. Encuentran en él una acogida y comprensión que no encuentran en ninguna otra parte.
El hijo menor quiere ser libre, romper ataduras. El padre accede a su deseo sin decir palabra. ¿No es ésta la situación actual? Muchos quieren hoy verse libres de Dios, ser felices sin la presencia de un Padre eterno en su horizonte… Y, lo mismo que en la parábola, el Padre guarda silencio. Dios no coacciona a nadie.
El hijo se marcha… Necesita vivir lejos de su padre y de su familia. El padre lo ve partir, pero no lo abandona; su corazón de padre lo acompaña; cada mañana lo estará esperando. La sociedad moderna se aleja más y más de Dios, de su autoridad, de su recuerdo… ¿No está Dios acompañándonos mientras lo vamos perdiendo de vista?
El vacío interior y el hambre de amor pueden ser los primeros signos de nuestra lejanía de Dios. No es fácil el camino de la libertad. ¿Qué nos falta? ¿Qué podría llenar nuestro corazón? Lo tenemos casi todo, ¿por qué sentimos tanta hambre?
“Me pondré en camino y volveré a mi padre”. ¿Nos pondremos en camino hacia Dios nuestro Padre? Muchos lo harían si conocieran a ese Dios que, según la parábola de Jesús, “sale co-rriendo al encuentro de su hijo, se le echa al cuello y se pone a besarlo efusivamente”. Esos abrazos y besos hablan de su amor. Junto a él podríamos encontrar una libertad más digna y dichosa.
ACCION Vivamos el Evangelio a lo largo de la semana
¿Qué cosas no te dejan ser feliz, te esclavizan, te alejan de Dios? ¿Qué te propones para volver al Señor?
Dios nos abre su corazón y nos muestra cómo es Él, cómo actúa con nosotros. Dedica tiempo para buscar el sentido y el mensaje que nos dejan estas parábolas.
Experimenta y agradece el perdón que Dios te ofrece y procura acercarte al Sacramento de la Reconciliación.
¿Qué estás dispuesto a hacer para que otros puedan sentir la bondad de Dios que perdona nuestras infidelidades y pecado y nos espera y atrae con amor y ternura?
Pídele al Señor que te enseñe a dejarte seducir por su amor y experimentar su misericordia. Muéstrate compasivo y misericordioso con las necesidades de la gente y con los que se acercan a ti.
Sólo el amor llena los vacíos, los abismos negativos que el mal abre en el corazón
y en la historia. Sólo el amor puede hacer esto. Y ésta es la alegría de Dios.
Jesús es todo misericordia, Jesús es todo amor: es Dios hecho hombre”
(Papa Francisco)