LITURGIA SEMANAL - 20º SEMANA DURANTE EL AÑO

20º SEMANA DURANTE EL AÑO


Lunes 17 de agosto
Mateo 19, 16-22: “Vende todo lo que tienes: así tendrás un tesoro en el cielo.”

En el Evangelio de hoy nos encontramos con el relato  llamado del “joven rico”. Este joven tenía inquietudes y no se conformaba simplemente con cumplir, sino que buscaba vida en abundancia. Jesús lo mira con cariño, pero sabe que no ha descubierto lo esencial. Y le lanza su propuesta: “te falta una cosa”. La respuesta de Jesús lo desconcertó.  Para conseguir la Vida no hay que hacer más cosas, sino seguir a Jesús libres de todo estorbo. De esta libertad, nace la alegría de los discípulos. Eso es lo que nos está diciendo hoy el Señor a cada uno de nosotros, La vida auténtica se nos va a ir dando a medida que podamos ir “dejando lo nuestro” y estando absolutamente disponibles a acoger la invitación de Dios. El joven no acepta la pro-puesta de Jesús, ‘porque era muy rico…’ Sería bueno empezar hoy por reconocer nuestros apegos y las muchas veces en que renegamos por lo que tengo o no tengo, lo que tenía o debería tener… perdiendo así de vista lo que soy y la tarea que me toca.
Ante la propuesta de Jesús, a cada uno nos toca responder, el joven rico ya lo hizo… ahora ¿cuál es nuestra respuesta? Oremos para poder responder a Jesús y seguirlo

Martes 18 de agosto
Mateo 19,23-30: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos.”

El Evangelio de hoy es la continuación del evangelio de ayer;  relata el comentario de Jesús respecto de la reacción negativa del joven rico. Jesús advierte a los ricos que ponen su co-razón y su felicidad en las riquezas, porque empequeñecen su vida y su capacidad de am
ar. No todo en esta vida son riquezas. Pedro se pregunta, ¿entonces quién puede salvarse? En el Evangelio se dice que, aquellos que han sido capaces de dejarlo todo, esos recibirán cien veces más.
No es que se impida la felicidad a los ricos, ni tampoco se niega su salvación. Llamados a hacer vida la solidaridad, Jesús propone un desafío para todos: ¿Quién es capaz de dejarlo todo por mí y por el Reino de Dios?
Dejarlo todo es dejar, no sólo lo que me impide acercarme a Dios, sino también toda actitud que me impide acercarme a los hermanos, como la arrogancia, la prepotencia.
¿Cómo estoy viviendo el llamado a la solidaridad? ¿A qué me invita el Evangelio de hoy?

Miércoles 19 de agosto
Mateo 19,30- 20.16: “Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bue-no?". Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos".

Hoy en el Evangelio Jesús nos regala una parábola desconcertante sobre la bondad de Dios. Su bondad es un misterio porque con criterios y categorías humanas no lograremos nunca definirlo o encerrarlo. Es relativamente fácil afirmar que creemos en Dios. Pero creer verdade-ramente en el Dios de Jesús es todo un desafío. Su bondad va más allá de cualquier sentido de justicia, de méritos o privilegios, ama a corazón abierto, perdido definitivamente en el amor por todos y cada uno de sus hijos. Es incondicional sin ser injusto con nadie.
Sigue resonando hoy esa pregunta del evangelio: ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno? La mirada de Dios sobre nuestra vida y nuestra realidad, es distinta… nuestra categoría de “justi-cia” no logra comprenderlo y se ve sobrepasada… Aquí hay una gran invitación a dejar de empeñarnos en enseñarle al Señor cómo tiene que  tratar a cada uno de sus hijos.
La acción de Dios supera nuestros cálculos y nuestra manera humana de actuar. Sorprende y a veces incomoda. ¿Ha ocurrido a veces en tu vida? ¿Qué lección saca?

Jueves 20 de agosto     San Bernardo   (MO)
Mateo 22,1-14: “Inviten al banquete nupcial a todos los que encuentren”

El evangelio de hoy narra la parábola de un banquete… Nos encontramos con una parábola de difícil interpretación en todos sus detalles: la reacción fuerte del rey ante los que no quisieron aceptar su invitación, el castigo intenso del que entró sin el traje de fiesta…  Jesús pronunció esta parábola en Jerusalén. Sabía que allí sería rechazado, como lo habían sido siglos antes los profetas.
A pesar de la negativa de los primeros invitados, Dios sigue llamando e invitando a las perso-nas. Jesús invita a este banquete porque sabe que ahí está el camino de salvación para todo hombre de todos los tiempos;  ahí encontrará cualquier hombre el camino para  vivir con sen-tido, con esperanza, con alegría.
El banquete se realizará; la fiesta del Reino se celebrará, porque el Padre quiere que su casa reúna a toda clase de gente…  sin embargo todos tenemos la capacidad y la libertad de acep-tar el regalo de Jesús o de rechazarlo.
A la luz del texto preguntémonos ¿Qué me impide  hoy aceptar las invitaciones de Jesús?

Viernes 21 de agosto    San Pio X    (MO)
Mateo 22,34-40: “Amarás al Señor, tu Dios, … y a tu prójimo como a ti mismo”.

En el evangelio de hoy, el maestro de la Ley le pregunta a Jesús: “¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley… , el más importante, el primero?”.  Pero la respuesta, en cambio, habla de un primer mandamiento y de uno segundo, que le ‘es semejante’. Dos elementos inseparables que son una sola cosa. De este modo, Jesús equipara el primero con el segundo mandamiento de la Ley. Amar a Dios es amar al prójimo. Amar a Dios es procurar que se cumpla lo que Dios quiere para sus criaturas: que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, etc. El respeto, la estima y la bondad que derrochamos con los demás, esa es la medida del amor que le tenemos a Dios. Y esa dimensión generosa de nuestra existencia ha de ser incondicional, sin limitaciones ni fronteras, encontrando permanentemente en los demás el rostro de Dios, su ser paternal. Quien acoge, escucha y abraza a un ser humano, a quien acoge, escucha y abraza es al mismo Dios. Esta es la cen-tralidad de nuestra fe y nuestra identidad..
Desde el evangelio de hoy, nos preguntamos: ¿Tenemos esa mirada contemplativa de la crea-ción y presencia de Dios que nos obliga a procurar el bien de nuestros semejantes? En nuestra relación con los demás ¿qué actitudes reflejan nuestro amor por Dios? ¿El cuidado de la Casa Común, es una de ellas?

Sábado 22 de agosto  La santísima Virgen María reina (MO)

"La Virgen Inmaculada... asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, …". ( L.G. .59).

Celebramos hoy  a la Santísima Virgen María como Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza, sino por mérito, el título de Reina Ma-dre. María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está junto a Él y es Reina y Señora del universo.
María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.
María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.  La Iglesia la proclama Señora y Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.
San Antonio Gianelli dice en uno de sus escritos: ”María, en cuanto a gracia y santidad supera con mucho a todos los Ángeles y  a todos los Santos, de los cuales en el cielo ella es reina. Ella es verdaderamente la Reina de la misericordia”.  María, Reina de la paz, ayúdanos a erradicar el odio y a vivir en armonía. María, Reina del Cielo, ayúdanos a transformar el mundo según el designio de Dios.

Domingo 23 de agosto   (21 durante el año)
Mateo 16,13-20  “Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos”

El evangelio de Mateo tiene su propia visión sobre la fundación de la Iglesia y nos presenta a Jesús como un constructor dedicado a asegurar la solidez de sus cimientos. A la mitad del camino de Jerusalén, o sea, en la exacta mitad del proceso de formación de los discípulos, Jesús los interroga: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Después de saber la opinión de la gen-te, quiere conocer la opinión de sus discípulos. Pedro, en nombre de todos, hace su profesión de fe y Jesús confirma la fe de Pedro.
Para Pedro, Jesús no fue una gran figura que admiarar, sino que fue aquel que podía cambiar su vida.  Jesús podía confiar en la honestidad de Pedro, ya que él decía lo que estaba en su mente y en su corazón.
 ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Es la pregunta que en el evangelio de hoy Jesús nos dirige también a nosotros. Necesita saber si le hemos entendido, si le reconocemos tal y como es. Porque de Jesús se dicen muchas cosas, se lo interpreta de múltiples maneras. Posiblemente hoy, a pesar de la mayor distancia cronológica, tenemos más conocimiento e información que sus contemporáneos. Pero ¿tenemos la misma adhesión y fe que sus discí-pulos?