16º Domingo Ordinario - Lectio Divina

Con la parábola del trigo y la cizaña  Jesús proclama que en el Reino de Dios no todo lo que crece, con su predicación, es trigo limpio; y llegará el día en que se haga justicia; mientras tanto, a todo lo que haya crecido se le concede una oportunidad. Dios como el sembrador tiene paciencia con su campo.

El bien y el mal conviven en la historia humana, pero sólo a la hora del juicio, Dios separará a ambos. Mientras tanto, Él sabe tener paciencia convirtiendo el presente en un espacio para la gracia y una oportunidad para la conversión. El evangelio deja bien claro que tenemos que vivir juntos, compartir, coexistir.  Trigo y cizaña  crecen y viven juntos. Sólo Dios sabe quién es semilla y quien cizaña y sólo Él, como sembrador, puede separar y segar si lo cree necesario y oportuno.

 

ORACIÓN INICIAL

Señor, gracias por darme tu palabra,

gracias porque es la brújula que conduce mi vida,

y sin ella estoy extraviado.

Tú eres Señor, el sembrador y dueño de la tierra,

en ti, Señor, encuentro la semilla que debe germinar en mi corazón,

para poder ser fuerte como un árbol donde puedan anidar los pájaros.

Arranca de mi corazón la cizaña que en el descuido he dejado crecer en mi,

dame fuerza para infundir tu palabra en todos los lugares donde me envíes,

Señor gracias por explicarnos las escrituras,

gracias por revelarnos los secretos para poder llegar a ti

y no ser quemados como la cizaña.

Danos un espíritu fuerte como el tuyo, Señor, para poder

estar atentos a las insinuaciones del maligno. Amén.

 

PALABRA  DE DIOS  PROPUESTA PARA LA MEDITACIÓN DE ESTE DOMINGO

 

Mateo 13, 24-43

 

El capítulo trece del evangelio de Mateo presenta un manojo de parábolas sobre el Reino de Dios. Todas ellas subrayan que la presencia del Reino en la historia supone un proceso. El Reino no llega inesperadamente. Implica acogida de nuestra parte, aceptación que se da en el tiempo. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

 

“"El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña. Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: 'Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues salió esta cizaña?' El amo les respondió: 'De seguro lo hizo un enemigo mío'. Ellos le dijeron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?' Pero él les contestó: 'No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y tenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero'". Luego les propuso esta otra parábola: "El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas". Les dijo también otra parábola: "El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar". Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les decía, para que se cumpliera lo que dijo el profeta: Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo. Luego despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron los discípulos y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo". Jesús les contestó: "El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga".

 

LECTURA: lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario, hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.

La parábola de la cizaña que hoy meditamos, está centrada en la paciencia de Dios. Y marca un contraste entre la mentalidad del patrón del campo: paciente, prudente y sabio y aquella de los servidores: impacientes e imprudentes. Jesús hace una diferencia entre el tiempo presente, como tiempo de espera, de misericordia, de acogida de los pecadores, de conversión,  y el tiempo final, que sólo será el tiempo del rendir cuentas.

Por otra parte, la comunidad establecida por Jesús es actualmente una realidad en la que habitan juntos el germen del bien y al mismo tiempo las fuerzas del mal;  una realidad plenamente injertada en la historia y por lo mismo incompleta, en camino hacia la realización final que tendrá lugar sólo en el misterioso futuro de Dios.

»        ¿Cómo eran las semillas que había sembrado el dueño del terreno?

»        ¿Cómo era la siembra del enemigo?

»        ¿Porqué los discípulos quieren arrancar la cizaña?

»        ¿Cuál es la posición del dueño de la siembra ante la mala hierba?

»        ¿Qué sucederá cuando llegue la cosecha?

»        ¿Con qué otras comparaciones habla Jesús del Reino?

»        ¿Qué quería decir Jesús con el ejemplo de la cizaña y el trigo?

 

MEDITACIÓN: saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.

 

La parábola de la cizaña nos habla de la presencia del mal en nuestro mundo como un dato palpable; pero Jesús, con ella quiere dar respuesta a nuestra angustia ante su poder amenazante; y más que nada pretende convencernos de la bondad de Dios, de su paciencia y de su tacto con los malos. Hay dos convicciones de fondo: el mal es real; hay que contar con él en un mundo creado por Dios y dentro del hombre hecho a imagen de Dios. Por otra parte, Jesús enseña que hay que contar con un Dios al que le preocupa esta presencia del mal en su mundo y en el hombre; un Dios que, por respeto al bien que existe junto con el mal, da largas a su intervención. Es sorprendente la forma de reaccionar de Dios frente al mal; la paciencia de Dios no es debilidad, sino fortaleza, confianza en sí mismo y en el poder del bien. Mientras no llegue el día de la cosecha, el bueno puede dejar de serlo y el malo también: el cristiano tiene que saber que Dios ha tomado ya la decisión de vencer el mal existente en su corazón y en su entorno; pero ha de saber también que espera que los que aún viven del mal, o en medio de él, lo reconozcan y se salven.

La Palabra de hoy es una invitación a fiarnos de la bondad de Dios y a tener paciencia con el mal.

»   ¿He dejado que crezca en mi corazón la cizaña que ha querido sembrar el maligno cuando no he estado atento?

»        ¿Soy capaz de esperar con paciencia y bondad a que Dios juzgue a los que hacen mal?

»        ¿Creo en la Palabra como la semilla que debe cambiar la realidad del mundo en que vivimos?

»        ¿Qué puedes aprender de la paciencia de Dios frente a la experiencia del mal presente en la Iglesia y en la sociedad?

 

ORACIÓN : desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.

 

Gracias, Padre, porque te preocupas de nosotros y nos quieres dentro del mundo y afrontando en medio del mundo el mal y los problemas que ocasiona; porque nos quieres en el mundo sin pactar alianzas con el mal, por el contrario luchando por ser levadura de un Reino nuevo que se manifiesta en la humildad, en la sencillez, en la pequeñez, pero en la firmeza de convicciones, en la profundidad de horizontes.

Hoy contemplamos agradecidos que tu forma de actuar y tu fortaleza es tenernos paciencia ante nuestro proceso de crecimiento hacia el bien, caminando hacia el día de la cosecha; reconociendo que observas y contemplas la actitud de nuestro corazón. Esta debe ser mi actitud como discípulo tuyo, a la vez que me llamas a ser fermento de la "masa", me pides ser paciente con los que no los son y valorar su persona, porque esa es tu actitud. Amén.

 

CONTEMPLACIÓN: haz silencio y en lo más hondo de tu corazón, adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida y toma algún buen propósito que sea oportuno en este momento.

Te invito a que te sientas contemplado por un Dios de misericordia, paciente, que ve tu corazón y que respetando tu proceso, te quiere mejor para que seas fermento en el mundo, en el ambiente donde vives y veas siempre la vida con confianza, paciencia y esperanza.

 

ACCIÓN: ¿En mi comunidad, familia, grupo, soy parte del trigo que da frutos buenos o soy parte de los que están llenos de cizaña?

¿Qué mensaje te deja la parábola del grano de mostaza? ¿qué te sugiere?, ¿a qué te compromete? A la luz de la parábola de la levadura ¿cuál es la misión que el Señor nos confía?

 

COMPROMISO: Durante la semana, ver en los demás la imagen de Cristo, siendo bondadoso y misericordioso, dejando que sea Dios quien juzgue sus actos.

 

ORACIÓN FINAL:

Dios Padre nuestro, que eres grande y haces maravillas con todos;

Tú nos dices que siempre tenemos que esforzarnos,

como el labrador que siembra la semilla,

para hacer presente el Reino de la verdad y de la justicia;

que tu Amor y tu Espíritu vengan en nuestra ayuda,

acojan nuestro trabajo y le den plenitud,

de manera que entre todos podamos hacer un mundo mejor,

un mundo de hermanos, según es tu voluntad.

Que llegue a Ti, Dios Padre, nuestra gratitud por todo lo que nos das

en Jesús y en el Espíritu.

Ayúdanos en la dificultad y haznos de verdad testigos de tu Amor,

trabajadores de tu Reino de vida, de justicia y de misericordia. AMÉN.



Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad». El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. El mal espíritu de la derrota es hermano de la tentación de separar antes de tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica (E.G. 85).