Con
la parábola del trigo y la cizaña Jesús
proclama que en el Reino de Dios no todo lo que crece, con su predicación, es
trigo limpio; y llegará el día en que se haga justicia; mientras tanto, a todo
lo que haya crecido se le concede una oportunidad. Dios como el sembrador tiene
paciencia con su campo.
El
bien y el mal conviven en la historia humana, pero sólo a la hora del juicio,
Dios separará a ambos. Mientras tanto, Él sabe tener paciencia convirtiendo el
presente en un espacio para la gracia y una oportunidad para la conversión. El evangelio
deja bien claro que tenemos que vivir juntos, compartir, coexistir. Trigo y cizaña crecen y viven juntos. Sólo Dios sabe quién es
semilla y quien cizaña y sólo Él, como sembrador, puede separar y segar si lo
cree necesario y oportuno.
ORACIÓN
INICIAL
Señor, gracias por darme tu palabra,
gracias porque es la brújula que
conduce mi vida,
y sin ella estoy extraviado.
Tú eres Señor, el sembrador y dueño de
la tierra,
en ti, Señor, encuentro la semilla que
debe germinar en mi corazón,
para poder ser fuerte como un árbol
donde puedan anidar los pájaros.
Arranca de mi corazón la cizaña que en
el descuido he dejado crecer en mi,
dame fuerza para infundir tu palabra
en todos los lugares donde me envíes,
Señor gracias por explicarnos las
escrituras,
gracias por revelarnos los secretos
para poder llegar a ti
y no ser quemados como la cizaña.
Danos un espíritu fuerte como el tuyo,
Señor, para poder
estar atentos a las insinuaciones del
maligno. Amén.
PALABRA DE DIOS
PROPUESTA PARA LA MEDITACIÓN DE ESTE DOMINGO
Mateo
13, 24-43
El
capítulo trece del evangelio de Mateo presenta un manojo de parábolas sobre el
Reino de Dios. Todas ellas subrayan que la presencia del Reino en la historia
supone un proceso. El Reino no llega inesperadamente. Implica acogida de
nuestra parte, aceptación que se da en el tiempo. Abramos nuestros corazones a
escuchar la Palabra de Dios.
“"El Reino de los cielos se parece a
un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores
dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó.
Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también
la cizaña. Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: 'Señor, ¿qué no
sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues salió esta cizaña?' El amo
les respondió: 'De seguro lo hizo un enemigo mío'. Ellos le dijeron: '¿Quieres
que vayamos a arrancarla?' Pero él les contestó: 'No. No sea que al arrancar la
cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de
la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero
la cizaña y tenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi
granero'". Luego les propuso esta otra parábola: "El Reino de los
cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto.
Ciertamente es la más pequeña de todas semillas, pero cuando crece, llega a ser
más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los
pájaros vienen y hacen su nido en las ramas". Les dijo también otra
parábola: "El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó
una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por
fermentar". Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas,
y sin parábolas nada les decía, para que se cumpliera lo que dijo el profeta:
Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto
desde la creación del mundo. Luego despidió a la multitud y se fue a su casa.
Entonces se le acercaron los discípulos y le dijeron: "Explícanos la
parábola de la cizaña sembrada en el campo". Jesús les contestó: "El
sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la
buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno,
el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del
mundo, y los segadores son los ángeles. Y así como recogen la cizaña y la
queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a
sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al
pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será
el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el
Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga".
LECTURA: lee atentamente el texto
cuantas veces sea necesario, hasta identificar su estructura: personajes,
verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
La
parábola de la cizaña que hoy meditamos, está centrada en la paciencia de Dios.
Y marca un contraste entre la mentalidad del patrón del campo: paciente,
prudente y sabio y aquella de los servidores: impacientes e imprudentes. Jesús hace
una diferencia entre el tiempo presente,
como tiempo de espera, de misericordia, de acogida de los pecadores, de conversión,
y el
tiempo final, que sólo será el tiempo del rendir cuentas.
Por
otra parte, la comunidad establecida por Jesús es actualmente una realidad en
la que habitan juntos el germen del bien y al mismo tiempo las fuerzas del mal;
una realidad plenamente injertada en la
historia y por lo mismo incompleta, en camino hacia la realización final que
tendrá lugar sólo en el misterioso futuro de Dios.
»
¿Cómo
eran las semillas que había sembrado el dueño del terreno?
»
¿Cómo
era la siembra del enemigo?
»
¿Porqué
los discípulos quieren arrancar la cizaña?
»
¿Cuál
es la posición del dueño de la siembra ante la mala hierba?
»
¿Qué
sucederá cuando llegue la cosecha?
»
¿Con
qué otras comparaciones habla Jesús del Reino?
»
¿Qué
quería decir Jesús con el ejemplo de la cizaña y el trigo?
MEDITACIÓN: saca del texto aquello que
Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
La
parábola de la cizaña nos habla de la presencia del mal en nuestro mundo como
un dato palpable; pero Jesús, con ella quiere dar respuesta a nuestra angustia
ante su poder amenazante; y más que nada pretende convencernos de la bondad de
Dios, de su paciencia y de su tacto con los malos. Hay dos convicciones de
fondo: el mal es real; hay que contar con él en un mundo creado por Dios y
dentro del hombre hecho a imagen de Dios. Por otra parte, Jesús enseña que hay
que contar con un Dios al que le preocupa esta presencia del mal en su mundo y
en el hombre; un Dios que, por respeto al bien que existe junto con el mal, da
largas a su intervención. Es sorprendente la forma de reaccionar de Dios frente
al mal; la paciencia de Dios no es debilidad, sino fortaleza, confianza en sí
mismo y en el poder del bien. Mientras no llegue el día de la cosecha, el bueno
puede dejar de serlo y el malo también: el cristiano tiene que saber que Dios
ha tomado ya la decisión de vencer el mal existente en su corazón y en su
entorno; pero ha de saber también que espera que los que aún viven del mal, o
en medio de él, lo reconozcan y se salven.
La
Palabra de hoy es una invitación a fiarnos de la bondad de Dios y a tener
paciencia con el mal.
»
¿He
dejado que crezca en mi corazón la cizaña que ha querido sembrar el maligno
cuando no he estado atento?
»
¿Soy
capaz de esperar con paciencia y bondad a que Dios juzgue a los que hacen mal?
»
¿Creo
en la Palabra como la semilla que debe cambiar la realidad del mundo en que vivimos?
»
¿Qué
puedes aprender de la paciencia de Dios frente a la experiencia del mal presente
en la Iglesia y en la sociedad?
ORACIÓN : desde el texto y desde tu
vida háblale y respóndele a Dios.
Gracias,
Padre, porque te preocupas de nosotros y nos quieres dentro del mundo y afrontando
en medio del mundo el mal y los problemas que ocasiona; porque nos quieres en
el mundo sin pactar alianzas con el mal, por el contrario luchando por ser
levadura de un Reino nuevo que se manifiesta en la humildad, en la sencillez,
en la pequeñez, pero en la firmeza de convicciones, en la profundidad de
horizontes.
Hoy
contemplamos agradecidos que tu forma de actuar y tu fortaleza es tenernos paciencia
ante nuestro proceso de crecimiento hacia el bien, caminando hacia el día de la
cosecha; reconociendo que observas y contemplas la actitud de nuestro corazón.
Esta debe ser mi actitud como discípulo tuyo, a la vez que me llamas a ser
fermento de la "masa", me pides ser paciente con los que no los son y
valorar su persona, porque esa es tu actitud. Amén.
CONTEMPLACIÓN: haz silencio y en lo más
hondo de tu corazón, adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a
cambiar tu vida y toma algún buen propósito que sea oportuno en este momento.
Te
invito a que te sientas contemplado por un Dios de misericordia, paciente, que
ve tu corazón y que respetando tu proceso, te quiere mejor para que seas
fermento en el mundo, en el ambiente donde vives y veas siempre la vida con
confianza, paciencia y esperanza.
ACCIÓN:
¿En mi comunidad,
familia, grupo, soy parte del trigo que da frutos buenos o soy parte de los que
están llenos de cizaña?
¿Qué mensaje te deja la
parábola del grano de mostaza? ¿qué te sugiere?, ¿a qué te compromete? A la luz
de la parábola de la levadura ¿cuál es la misión que el Señor nos confía?
COMPROMISO: Durante la semana, ver en los demás
la imagen de Cristo, siendo bondadoso y misericordioso, dejando que sea Dios
quien juzgue sus actos.
ORACIÓN
FINAL:
Dios
Padre nuestro, que eres grande y haces maravillas con todos;
Tú
nos dices que siempre tenemos que esforzarnos,
como
el labrador que siembra la semilla,
para
hacer presente el Reino de la verdad y de la justicia;
que
tu Amor y tu Espíritu vengan en nuestra ayuda,
acojan
nuestro trabajo y le den plenitud,
de
manera que entre todos podamos hacer un mundo mejor,
un
mundo de hermanos, según es tu voluntad.
Que
llegue a Ti, Dios Padre, nuestra gratitud por todo lo que nos das
en
Jesús y en el Espíritu.
Ayúdanos
en la dificultad y haznos de verdad testigos de tu Amor,
trabajadores de tu Reino de vida, de justicia y de misericordia. AMÉN.
“Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es
la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y
desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de
antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió
de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa
conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse
vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia,
porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad». El triunfo cristiano es
siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que
se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. El mal espíritu de
la derrota es hermano de la tentación de separar antes de tiempo el trigo de la
cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica” (E.G. 85).