2º Semana de Cuaresma 2023

Lunes, 6 de marzo

Lc 6,36-38: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes”

 

El primer versículo del evangelio nos ilumina con cuatro verbos: sean misericordiosos, no juzguen, no condenen y perdonen. Deberíamos confrontar estos cuatro verbos con nuestra vida y preguntarnos cómo los estamos llevando adelante.

Tres de los verbos que emplea Lucas son claros y más fáciles de entender, pero a veces cuesta comprender el segundo verbo: no juzgar. Sabemos que es imposible ir por la vida sin hacer juicios con respecto a los acontecimientos, incluso a los más insignificantes. Pero en el Evangelio, el no juzgar está conectado con la misericordia, con la compasión, que es la forma que tiene Dios de mirar el mundo;  y su forma de acercarse al dolor del ser humano es la ternura. Nosotros podemos hacer visible el Rostro de Dios con la compasión y la ternura. Lo que Jesús nos pide es que los inevitables juicios de la vida, siempre los hagamos con profunda y total misericordia. Un corazón compasivo siempre juzga según el Evangelio.

Espíritu Santo, despierta en nuestra interioridad la ternura, la compasión, la mirada confiada

 

Martes, 7 de marzo

Mt 23,1-12: “… hagan y cumplan todo lo que ellos es digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen…;   no se hagan llamar maestro, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen padre, porque no tienen sino uno, el Padre celestial. … El más grande entre ustedes será el que los sirva, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”.

 

‘No hacen lo que dicen’. Es la frase lapidaria de Jesús para demostrar la incoherencia y la hipocresía de los escribas y fariseos. El Señor no anula el contenido de sus enseñanzas, pareciera que están más o menos en consonancia con la verdad de la fe. Pero sí desnuda su falsedad y su religiosidad solo de la apariencia. ¡Cuántas veces estas mismas actitudes se repiten en nuestras familias y comunidades cristianas!

Pidamos al Señor la gracia de ser auténticos en nuestra experiencia de fe. Que siempre podamos abrir el corazón al único Maestro, Padre y Doctor con mayúscula, que es nuestro Dios, para que Él nos transforme en verdaderos discípulos misioneros del Reino de los cielos.

Enséñanos Jesús, a entender la vida como un servicio a los demás.

 

Miércoles, 8 de marzo

Mt 20, 17-28: “Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará…  la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. ¿Qué quieres?, le preguntó Jesús. Ella le dijo: Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. No saben lo que piden, respondió Jesús…”

 

Los Doce no terminan de entender el mensaje del Señor. El Maestro anuncia su pasión, muerte y resurrección y la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, le pide a Jesús un lugar de privilegio en su futuro Reino. El Señor anuncia un mesianismo espiritual que pasa por el sufrimiento y ellos están pensando en categorías mundanas y gloriosas. El Maestro dejará en claro que ese no es el camino. Y lo hace, no solo con estos dos, sino con los otros diez. Jesús aprovecha el contexto suscitado por la pregunta para hacer una catequesis sobre el poder y la autoridad en la comunidad del Reino. Así como el Señor es el servidor por excelencia porque da la vida en rescate de la humanidad, de la misma manera sus discípulos tenemos que ser servidores los unos de los otros.

Pensemos nuestra vida a la luz de esta palabra. Recordemos que: da vida quien ama y libera, quien sirve a los demás. «El servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia. Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota necesariamente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve» (EG 179).

¿Para qué estamos en este mundo? Tú, Jesús, lo tenías muy claro: para dar vida dando la vida. ¿Acaso hay vocación más hermosa, que dar vida abundante?

 

Jueves, 9 de marzo

Lc 16,19-31: “Había un hombre rico… y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal y ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico... Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto”.

 

Compartimos la parábola del rico y el pobre Lázaro. Es un texto que solo Lucas nos transmite. Posee muchas enseñanzas diferentes conectadas entre sí. Señalemos algunas para reflexionar. La primera de ellas es que queda en evidencia que todo gesto de esta vida terrena tiene consecuencias directas en la futura vida eterna. Nada de lo que hagamos o dejemos de hacer aquí será irrelevante para el futuro. La segunda constatación tiene que ver con la insensibilidad del rico con respecto al pobre Lázaro. No fue capaz de darse cuenta que Lázaro estaba en la puerta de su casa, anhelando lo que a él le sobraba.

‘El verdadero problema del rico –dice el Papa Francisco-,la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que lo llevó a no amar a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios’.

Qué en esta Cuaresma podamos madurar en nuestra preparación terrena para la vida eterna y preguntarnos: ¿quiénes serán los "pobres Lázaros" que hoy yacen en la puerta de nuestra vida?

 

Viernes, 10 de marzo

Mt 21,33-46: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo (…)

 

La parábola de los viñadores homicidas es una alegoría de lo que acontece en la historia del Pueblo de la Primera Alianza con el rechazo de Dios en sus profetas y enviados y, en el mismo Jesucristo. Tal vez en un punto los cristianos podamos sentirnos alejados de este tema dado que hemos aceptado que el Maestro es realmente el Mesías. Sin embargo podría ser muy bueno para nuestro camino espiritual preguntarnos si en la vida cotidiana no rechazamos a Cristo. Lo podemos rechazar con nuestra tibieza, nuestra mediocridad, nuestra falta de compromiso y tantas otras actitudes que no son dignas del verdadero discípulo misionero del Señor.

En Jesús, su Hijo entregado, Dios lo dijo todo y lo dio todo. Ya no tiene más. ¡Hasta ahí llegó la locura de amor del Padre por todos! Y ahí sigue Jesús, llamando a cada puerta. Hagamos silencio. Escuchemos a Jesús. Que Él ilumine las oscuridades que llevamos dentro. Jesús en persona se aproxima a nuestro camino, quiere entrar en nuestra historia. Dejémonos encontrar por Él.

Jesús, peregrino de amor. Aquí nos tienes. Estamos dispuestos a abrirte la puerta de nuestra vida. Tú que tienes paciencia con nosotros, no pases de largo.

 

Sábado, 11 de marzo

Lc 15,1-3.11b-32: «Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y echando a correr se le echó al cuello, y se puso a besarlo»

En la parábola narrada en el evangelio de hoy, Jesús revela su experiencia de Dios como un Padre que ama con igual medida tanto a su hijo mayor como al menor; la diferencia de ese amor la impone la forma de reaccionar de los dos hijos. El mayor cree que tiene los méritos suficientes para ganarse todo el amor del padre, porque no le falló en ninguno de sus mandatos y por tanto tiene que ser recompensado, mientras que la conducta del menor, debe ser castigada. Lo incomprensible de la parábola es comprobar que el hijo menor es quien acapara el amor del Padre a pesar de todo lo que ha hecho. La parábola, ante las actitudes de los dos hijos, destaca la figura del padre, que en ningún momento, pierde la esperanza de recuperar a ese hijo que se fue,  con la esperanza de que vuelva y, cuando lo ve aparecer, corre hacia él, lo abraza, lo llena de besos y no le recrimina su actitud, al contrario, organiza un banquete para celebrarlo. ¡Cómo es el Padre! No pierde de vista al que se aleja, ve de lejos al que se acerca. Se conmueve. Echa a correr. Se funde en un abrazo de alegría con quien vuelve.   Hoy nos podemos preguntar ¿Cuál es la imagen de Dios que tenemos hoy? ¿Ha cambiado a lo largo de los años? Es una imagen de misericordia o de juez a nuestra medida? ¿Qué imagen comunicamos? ¿Qué experiencia de misericordia tenemos  y comunicamos?

 

Domingo 12 marzo    (3er Domingo de Cuaresma)

Juan 4,5-42: “Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice:«Dame de beber»…

 

Un pozo, una mujer y Jesús encuadran el Evangelio de este domingo.  

“Dame de beber” La sencilla petición de Jesús es el comienzo de un diálogo, mediante el cual Él, entra en el mundo interior de la Samaritana, a la que, según los esquemas sociales, no habría debido ni siquiera dirigirle la palabra. Jesús cuando ve a una persona va adelante porque ama. No se detiene nunca por prejuicios. Jesús pone a la samaritana ante su situación, sin juzgarla, haciendo que se sienta considerada, reconocida, y suscitando así en ella el deseo de ir más allá de la rutina cotidiana.

Jesús le pide de beber para poner en evidencia la sed que había en ella misma. La mujer queda tocada por este encuentro: dirige a Jesús esos interrogantes profundos que todos tenemos dentro, pero que a menudo ignoramos.

La cuaresma es el tiempo oportuno para mirarnos dentro, para hacer emerger nuestras necesidades espirituales más auténticas, y pedir la ayuda del Señor en la oración. El ejemplo de la samaritana nos invita a expresarnos así: «Jesús, dame de esa agua que saciará mi sed eternamente». (Reflexión del Papa Francisco)