2º Domingo de Cuaresma ‘L’
El Evangelio de hoy nos recuerda un singular suceso en la vida de Jesús: subiendo a Jerusalén, de camino hacia una muerte en cruz, Jesús se retira a orar e invita a tres de sus discípulos a que compartan con él su descanso y su oración. Y quienes creían conocerlo bien, por haberle acompañado ya tanto tiempo y haberle oído tantas cosas, lo ven diferente, transformado, divino. Lo ven en compañía de dos hombres de Dios, que conversan con él sobre su próxima muerte en Jerusalén; ellos, que sólo pensaban pasar un rato de oración a solas con su maestro, asisten atónitos a este diálogo y no atinan los pobres más que a dejarse vencer por el sueño. Y cuando rompen a hablar, no saben bien lo que se dicen: quisieran interrumpir el camino de Jesús hacia Jerusalén, y quedarse en el monte para siempre, aunque fuera a costa de hacer lugar y dar un puesto a los nuevos compañeros de Jesús. ¡Tan hermoso les parece todo! ¡Tan bien se encuentran que no echan en falta nada, aunque todo les falte en la soledad del monte!
TEXTO BÍBLICO Lucas 9,28b-36
Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén. Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle.» Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto”.
Para comprender la Palabra
Jesús, como buen maestro, tras las duras palabras acerca de su destino y el de sus discípulos, les revela que el camino de la cruz no tiene un final trágico, sino esperanzador. San Lucas coloca este pasaje después del primer anuncio de la pasión, muerte y resurrección que une a la llamada a los que quieren seguir a Jesús en su camino de subida a Jerusalén. La transfiguración se encuentra dentro de este contexto de seguimiento en la fe. Este episodio tiene la función de dar ánimo a los discípulos ante la perspectiva del camino de la cruz que puede provocar no sólo rechazo instintivo, sino también dudas sobre la divinidad del Maestro, al que pronto han de ver rechazado, condenado, crucificado…
Pedro y sus compañeros, en el monte de la transfiguración pudieran estar entusiasmados y hasta quieren quedarse para siempre en él. Aceptan la gloria, pero no el camino de la gloria, que es la cruz. Y así escandalizados y resistentes ante el anuncio del seguimiento, Cristo le hace vivir una experiencia para convencerles del paso necesario de la entrega de sí y de la victoria final. Que la cruz no es destino, sino camino para la gloria.
Importa subrayar la alusión a la plegaria, típica de los momentos culminantes de la filiación divina de Jesús. “Mientras ora” es cuando Jesús es proclamado Hijo de Dios por la voz misteriosa, tanto en el Jordán (bautismo) como en la montaña (transfiguración); es la perspectiva del término del camino, de la gloria que se ha de revelar: Jesús sube a la montaña. La transfiguración se produce precisamente en este momento de profunda intimidad con el Padre: Cubierto por la nube (símbolo del Espíritu) de la presencia gloriosa de Dios. Y la alusión – exclusiva de Lucas – al contenido del diálogo con los misteriosos personajes gloriosos: “hablaban de su muerte” (éxodo), que iba a consumarse en Jerusalén”.
Los tres discípulos son puestos sobre aviso acerca de lo que un día los escandalizaría y haría titubear su fe: la muerte de Jesús. Éstos, que acompañaban a Jesús para orar con él, asisten al milagro rendidos por el sueño, el despiste y el susto. ¡Mal papel hicieron esos discípulos íntimos! Las vestiduras “se hicieron blancas y relampagueantes”. El “vestido” indica todo lo que puede ver una persona, es la visibilización de su interior. “Vieron su gloria” es una expresión semita que significa que comprendieron todo el alcance de la personalidad salvadora de Jesús.
La simbólica presencia de Moisés y Elías expresa que al fin y al cabo esto era lo anunciado por todo el Antiguo Testamento, tanto por la Ley (Moisés), como por los profetas (Elías). Los dos personajes, Moisés y Elías, han experimentado en sus vidas este número simbólico: cuarenta días en el monte, Moisés; cuarenta días de viaje hacia el monte Horeb, Elías.
LECTURA - PARA ESCUCHAR LA PALABRA
No siempre las manifestaciones de Dios nos encuentran suficientemente preparados. Los discípulos son quienes comparten con Jesús su vida, la predicación por el Reino y la invitación a la oración. ¿Mi cercanía con Jesús, me lleva a reconocer la invitación a compartir su oración?, ¿He sabido aprovechar la oración junto a Jesús en intimidad con su Padre, o me he dejado vencer por el sueño, el cansancio e incluso la incomprensión? Quienes subieron al monte a orar con Jesús, tuvieron que bajar para continuar el camino a Jerusalén, en la entrega total, ¿cuáles son las consecuencias de mi encuentro con el Señor?
Los discípulos que aceptaron la invitación de Jesús a rezar junto a él, terminaron por tener a Dios junto a ellos. Primero compartieron oración y silencio con Jesús, luego oyeron a Dios y vieron a su Señor estupendo. Fue la voz de Dios quien mejor les reveló la identidad de Jesús. Dios se deja ver para hacer saber la verdadera identidad de Jesús a unos discípulos escogidos.
MEDITACIÓN - PARA SABOREAR LA PALABRA
Lo que Dios nos dice sobre Jesús es más revelador que lo que logramos ver en él. ¿Dejo que Dios, por su Palabra, me diga quién es Jesús (“Este es mi Hijo, mi escogido”) y estoy dispuesto a la obediencia (“escúchenlo”)? Encontrar un rato para rezar juntos, a solas con él en el monte y a solas con Dios junto a él, les llevó descubrir en Jesús lo que hasta entonces no habían percibido en él. Rezando junto a él, oyeron del mismo Dios que les habló revelando quién era el Hijo y pidiéndoles obediencia. ¿No será que impido al Señor que se me transfigure cuando no acepto su invitación a la oración?, ¿No seré yo mismo el causante al no compartir con Jesús la oración de que Dios no me revele la identidad profunda del Hijo? ¿Cómo continuar siguiendo a un maestro que ya no me entusiasme debido a que le desconozco?
ORACIÓN- CONTEMPLACION - ORAR CON LA PALABRA-HACERLA VIDA
“Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo”. Solo, Señor, doblemente te has quedado. Pasó la nube, se escuchó la voz y volviste a encontrarte bajo el horizonte de la cruz. Sólo. Cesó la voz y quedaste tú solo. Ya antes buscaste compañía entre tus discípulos, invitándolos a la oración. Ellos por su parte durmieron, vieron tu gloria, temerosos escucharon la voz, hablaron sin comprender y, al final, también su palabra cesó. Cuando cesó la voz, qué tan sólo Señor te quedaste. Hoy, sigues invitándome como discípulo a la oración, deseas presentarte divino a mi vista y, a veces, te dejo solo.
Que me pese, Señor, tu soledad. Esa soledad que con mis silencios te he provocado. Impulsa mi corazón al amor capaz de compartir contigo aquellos momentos de mayor intimidad. Que ni mi sueño, ni la incomprensión, ni mis silencios continúen provocando aquella soledad terrible por la ausencia de la palabra.
Los primeros discípulos rezando contigo se sintieron felices de estar junto a ti. Rezando junto a ti, oyeron la voz del mismo Dios quien te presentó como su Hijo querido. ¿En qué estaré metido cuando tu preocupación básica es orar junto a mi y conmigo? Ayúdame, Señor, a permanecer a tu lado para que puedas mostrarte como realmente eres, cuando tú quieras. Cualquier esfuerzo y espera por verte tan cercano y tan divino valdrá la pena.
ACCIÓN - PARA VIVIR LA PALABRA
Después de meditar e interiorizar esta pagina del Evangelio, de sentir a Dios mismo que te habla pregúntate:
¿Qué significa escuchar a Cristo en mi vida? «…vale la pena escuchar en nuestro interior la Palabra de Jesús y caminar siguiendo sus pasos.».
Procura vivir tus relaciones con las personas y tu ayuda a los demás… como Jesús.
Sé para otros que se encuentran en lo alto del monte del dolor, enfermedad, sufrimiento… la voz que les recuerda «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo», más que con palabras con tu vida.