LITURGIA SEMANAL - SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO


El tiempo de Adviento nos infunde esperanza;
una esperanza que no defrauda. El Señor nunca falla.

Lunes 6 de diciembre

Lucas 5,17-26: “¿Qué es más fácil: decir "tus pecados quedan perdonados", o decir "levántate y anda"

El evangelio de hoy, es uno de esos  textos en los que no nos alcanzará la vida para encontrar la profundidad que la escena trasmite. La figura de Jesús predicando y la casa llena;  entrar al paralítico por el techo y las palabras dichas por Jesús, son elementos que nos permitirán con-templar este relato y sentirnos más que identificados.
Lo primero que descubrimos es el Amor,  que atrae a todos hacia el centro de la casa .... Amor por el paralitico que mueve a estas personas a llevarlo de la manera más extraña; haciendo un agujero por el techo. El amor es fundamento para abrirse camino. El amor genera caminos nuevos; donde otros ven obstáculos, el que ama  abre nuevos senderos. Aunque se equivoque, pero se anima.
Romper el techo para bajar al paralítico y colocarlo frente a Jesús, es un acto que no puede dejar de ser extraño. Pero ese “descuelgue” permitió que el enfermo abandonara su parálisis.
Nos preguntarnos: ¿Cuántos gestos de amor dejamos de hacer para no quedar como desubi-cados?¿Cuántos gestos, son primero medidos para ver todas las consecuencias, en vez de hacerlo por la pura gratuidad del amor?
La escena del evangelio de hoy es una verdadera escuela, donde los gestos y las palabras se entrelazan y nos permiten acercarnos al misterio del amor, que en Jesucristo revela todo su esplendor, con esas palabras liberadoras: “Hombre, tus pecados te son perdonados”

Martes 7 de diciembre
Mateo 18,12-14: “¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? …”

Hoy Mateo nos presenta esta parábola de la oveja perdida, donde Jesús plantea que un hom-bre tiene 100 ovejas y al  perder 1, deja las 99 restantes para ir a buscar a la que se extravió. Es una lógica un poco extraña la de Jesús; dejar 99 para ir a buscar una. El Señor nos asegura que Dios actúa de esta forma, que Dios no deja que ni una de sus ovejas se pierda, se muera, se extravíe para siempre.
Esta parábola  nos muestra algo del corazón de Dios; eso es lo que hace Dios en cada uno de nosotros, nos va a buscar cuando estamos mal, cuando estamos angustiados, cuando no en-contramos una salida. Cuando parece que las cosas no funcionan Él nos  va a buscar, Dios nunca  nos abandona, es una certeza que nos da esta parábola; y se hace más cercano cuan-do a nosotros nos parece que Él está muy lejos.
Que misterio, que paradoja, que cosa tan extraña de este Dios que se hace cercano. Recibi-mos con ésta palabra una invitación  a actuar así con las personas de nuestra comunidad; ser cercanos, no rechazarlos cuando están mal, no abandonarlos, no dejarlo solos y a estar atentos con el hermano que está pasando una dificultad.  Ojalá podamos reproducir en nuestra vida esta actitud de la parábola de la oveja perdida.

Miércoles 8 de diciembre  SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Lucas 1,26-38; “María dijo: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. Y el Ángel se alejó”.

Hoy contemplamos a María, la toda santa, la llena de gracia, la Purísima, la Inmaculada. La Iglesia la contempla como quien mira en un icono la realización más perfecta de su propia vo-cación y misión. En el camino del Adviento, cada año nos alcanza esta fiesta mariana. Renace la alegría en los corazones, tal vez cansados del camino. Renace la esperanza porque sabe-mos que lo que Dios hizo en el corazón de María es para nosotros, para nuestra salvación. Ella nos dará, y nos da continuamente, a Cristo, el Hijo de Dios.
Demos gracias por este regalo inmenso de la Virgen María, toda de Dios, y que nosotros, mi-rándola a Ella, nos animemos a dar un paso más en nuestra entrega, para tratar de vivir hasta donde podamos y sea posible, lo más llenos de esta gracia de Dios, que es la gran invitación de la Virgen en este día.
A cada uno de nosotros nos toca decir «sí» a lo largo de nuestra vida. Cada día se nos presenta como una oportunidad para abrirnos al Plan de Dios, aceptarlo y colaborar para que pueda así expandirse su Reino de Amor entre los hombres.

Jueves 9 de diciembre

Mateo 11,11-15: “Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él”.

Los profetas tenían un importante rol en la historia de la fe del pueblo de Israel. Ellos proclama-ban la verdad de los caminos de Dios, y llamaban a la gente a volver cuando se extraviaban. Juan el Bautista era un profeta y, a su modo, su prédica y su vestimenta eran como la de Elías. Juan preparó el camino para Jesús.
 A simple vista, este texto  del Evangelio que hoy leemos, parece confuso, por una parte Jesús elogia a Juan, “no hubo otro más grande que él”, pero casi en la misma categoría  pareciera que Jesús lo reduce de tamaño. “el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él”.
Jesús tenía gran aprecio por Juan el Bautista. Y sin embargo, Jesús dice que el menor en el reino del cielo es mayor que lo que Juan era. La dignidad que nos confiere el bautismo es un desafío que cumplir. Dios no se nos impone. Debemos trabajar en ser cristianos, pero también en no olvidar jamás que todo es regalo de Dios.

Viernes 10 de diciembre
Mateo 11,16-19: "¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la flauta, y no han bailado; hemos cantado lamentaciones, y no han llorado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo del hom-bre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tienen a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecado-res…”

Jesús nos enseña a vivir y a gozar de la vida y de las personas. Jesús no excluía a nadie, ni tampoco tenía  prejuicios. Por eso en el evangelio de hoy vemos como recibe fuertes críticas de parte de los que se consideraban mejores que los demás.
Jesús, siendo el Hijo de Dios, no hace distinción de personas, sino que nos ama a todos como somos;  se hace  uno más de nosotros, uno más del montón.
Para Jesús todos somos importantes, todos somos dignos de su presencia, de que él entre en nuestra casa y en la casa de cualquiera y comparta nuestra  vida y nuestra  intimidad.
Jesús no es un puritano que se escandaliza por el pecado o los errores de las personas y esto es para que nos demos cuenta que no tiene sentido escapar o huir de Jesús cuando pecamos, cuando caemos en nuestras miserias, porque es en esas situaciones cuando Dios más nos busca…y más se acerca a nosotros.

Sábado 11 de diciembre

Mateo 17,10-13: “Al bajar del monte, los discípulos preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?”. El respondió: “Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas; pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisie-ron. Y también harán padecer al Hijo del hombre”.

En el evangelio de hoy, Jesús  dialoga  con sus discípulos y los invita a leer los signos de los tiempos, a tener un corazón disponible para recibir las visitas de Dios.
El pueblo de Israel esperaba la venida de Elías  antes  del Mesías. Pero Jesús, les dice a los discípulos que Elías ya ha venido en Juan Bautista, que no lo han reconocido y que así lo han tratado.
Jesús hoy nos enseña a leer los signos de los tiempos, a reconocer las visitas de Dios en nues-tra historia, en la vida cotidiana y en lo acontecimientos que van sucediendo.
Precisamente, la Navidad es la visita inesperada de este Dios que, se hace uno de nosotros.
Y sólo teniendo un corazón , vigilante y disponible; solo sabiendo captar este lenguaje inédito de Dios, podremos recibir la buena noticia que nos trae la Navidad. Preparémonos para descubrir cada día a este Dios que vive en medio de nosotros.

Domingo 12 de diciembre                ( 3º de Adviento C)


Lucas 3,2b-3.10-18:   Contemplamos hoy la escena de los bautismos en el Jordán. El hijo de Zacarías es quien anuncia la conversión y bautiza a todos aquellos que aceptan la Buena Noti-cia. Exige un cambio, una conversión que supone una vida nueva y renovada. Todos tienen que prepararse ante la llegada inminente de quien los bautizará en el Espíritu Santo.  Pero, ¿cómo debemos prepararnos?
El evangelio y lo que Juan le pide a la gente es lo que seguramente tenemos que hacer noso-tros también. Dar de comer al que no tiene, regalar una túnica si tenemos dos, no exigir más de lo estipulado, no extorsionar, no hacer falsas denuncias y contentarnos con el sueldo.
Si volvemos a leer el evangelio, vemos que el pedido de cambio que hace el Bautista se mani-fiesta en tres virtudes: La caridad, la justicia y la paz.
Caridad, que es saber compartir lo que tenemos. Eso nos pone cara a cara con Dios. No po-demos ser indiferentes con el que tenemos a nuestro lado.
Justicia. Es la que queremos también para nosotros y que Dios nos da. Está en nuestras ma-nos el procurar que haya justicia.
Paz. Siempre es el ambiente y telón de fondo en la vida de los que son felices. Bien podríamos decir, de los que tienen a Dios consigo.


El Adviento es un tiempo para reconocer los vacíos que hemos de colmar
en nuestra vida, para allanar las asperezas del orgullo
y dejar espacio a Jesús que viene.